anhelo

Sin color, sin cuerpo
este cariño que vaga
disperso, apiñado,
una y otra vez disperso,
palpita sin embargo
en el bocado de la manzana,
en la incisión del higo,
en una cereza grana,
en el grano de un racimo.
Tanta Afrodita difusa por el aire
dará sed y palidez
a una boca y a otra boca
sin color, sin cuerpo.

Giorgos Seferis


aquel

Aquél con quien corrí de la mano por Oak Hill Path
pateando las hojas ásperas
hace treinta años,
apareció ante mí con el rostro nervioso, pálido,
casi irreconocible, vacilante,
patético.

Aquél al que no puedo recordar riendo a carcajadas
pero en mi imaginación veo sonreír autosuficiente,
lloró en mi hombro.

Aquél que siempre pareció
tomar sin ofrecer, al que me llevó
tanto tiempo olvidar,
recordaba todo lo que yo había olvidado hace tanto.

Denise Levertov


los dientes de la rabia

La ciudad que se va sobre tus ojos tristes
y aquél dolor, aquél, que no me ha abandonado,
y la perplejidad al comprender que acaso
la recompensa sea recibir la factura
por los amores que habremos cometido.
Y el altísimo precio
por las veces aquellas en que no pudimos,
que simplemente no pudimos más.
Bs. As. esta lleno de animales
adictos al dolor ajeno, al aullido, al terror.
Y todos fuimos cómplices de ese crimen sin rostros.
Los dientes de la rabia han dejando su rastro
en nuestro bienaventurado candor.
En nuestras ganas de amar, de amarnos.
En la mirada limpia que tenias.
Y crecimos así, sin vos ni yo.
Sobrevivientes, casi agonizantes.
Vos y yo tan lejos y tan cerca.
Tan sueltos y tan presos.
Tan ilesos y tan
irremisiblemente heridos


así como no podemos…

Así como no podemos sostener mucho tiempo una mirada,
tampoco podemos sostener mucho tiempo la alegría,
la espiral del amor,
la gratuidad del pensamiento,
la tierra en suspensión del cántico.
No podemos ni siquiera sostener mucho tiempo
las proporciones del silencio
cuando algo lo visita.
Y menos todavía cuando nada lo visita.
El hombre no puede sostener mucho tiempo al hombre,
ni tampoco a lo que no es el hombre.
Y sin embargo puede soportar el peso inexorable
de lo que no existe.
Cada uno tiene su pedazo de tiempo. Cada uno tiene
su pedazo de tiempo
y su pedazo de espacio,su fragmento de vida
y su fragmento de muerte.
Pero a veces los pedazos se cambian
y alguien vive con la vida de otro
o alguien muere con la muerte de otro.
Casi nadie está hecho tan sólo con lo propio.
Pero hay muchos que son nada más que un error:
están hechos con los trozos totalmente cambiados.

Las distancias no miden lo mismo.
Las distancias no miden lo mismo de noche y de día.
A veces hay que esperar la noche
para que una distancia se acorte.
A veces hay que esperar el día.
Por otra parte la oscuridad o la luz
teje de tal manera en ciertos casos el espacio
y sus combinaciones que los valores se invierten:
lo largo se vuelve corto,
lo corto se vuelve largo.
Y además, hay un hecho:
la noche y el día no llenan igualmente el espacio,
ni siquiera totalmente.
Y no miden lo mismo las distancias llenas
y las distancias vacías.
Como tampoco miden lo mismo
las distancias entre las cosas grandes
y las distancias entre las cosas pequeñas.

Roberto Juarroz


los elegidos del sol

Éramos los elegidos del sol
y no nos dimos cuenta
fuimos los elegidos de la más alta estrella
y no supimos responder a su regalo
Angustia de impotencia
el agua nos amaba
las selvas eran nuestras
el éxtasis era nuestro espacio propio
tu mirada era el universo frente a frente
tu belleza era el sonido del amanecer
la primavera amada por los árboles
Ahora somos una tristeza contagiosa
una muerte antes de tiempo
el alma que no sabe en qué sitio se encuentra
el invierno en los huesos sin un relámpago
y todo esto por que tú no supiste lo que es la eternidad
ni comprendiste el alma de mi alma en su barco de tinieblas
en su trono de águila herida de infinito.

Vicente Huidobro


el otro viaje…

No solo a la vejez te lleva el tiempo.
Otro viaje te aguarda.
Has llegado a la tierra donde se ven morir las religiones.
Compartes con el árbol ese placer perdido:
Una extraña ciudad ha venido a rodearte.
Sólo la habitan dioses que la tarde ha exiliado.
Caminas por las calles que sobre ti han caído.
Descubres que la fruta fue un dios al mediodía;
que es un dios que se extingue la primera fogata;
que las hojas son formas sutiles de los rezos;
que viviste rodeado de dioses que ignorabas.
Pero nacieron para ser eternos.
No vieron en la luz secretas despedidas,
ni besaron las puertas de las fugaces danzas.
Mendigo es quien encuentra aquello que no busca
y la mujer que amaste ya no es miedo ni espera,
sino un dios que se ha muerto,
sino una extraña lluvia que solo se recuerda
cuando un aroma cruza tu callada memoria.
Los días son las naves con que el tiempo te aleja.
Has llegado a esa tierra.
Puedes beber en lagos aquello que no vuelve.
Comprendes que los seres comparten con el fuego
el transformarse en dioses para poder morir.
No solo a la vejez te lleva el tiempo:
Otro viaje te aguarda.
Lo que creías el viento es un rito que huye,
una música extraña donde habita lo eterno
y el universo un templo,
abandonado y bello.

Eduardo Álvarez Tuñón


receta para hacer el azul

Si quieres hacer azul,
agarra un trozo de cielo y mételo en una olla grande,
que puedas llevar al fuego del horizonte;
después mezcla el azul con sobras de rojo
de la madrugada, hasta que se deshaga;
vacía todo en un bacín bien limpio,
para que no quede nada de las impurezas de la tarde.
Finalmente, criba los restos de oro de la arena
del mediodía, hasta que el color se adhiera al fondo de metal.
Si quieres, para que los colores no se desprendan
con el tiempo, deposita en el líquido
un corazón de melocotón quemado.
Lo verás deshacerse, sin dejar señal de que alguna vez
allí lo pusiste; y ni el negro de la ceniza dejará restos de ocre
en la superficie dorada. Puedes, entonces, levantar el color
hasta la altura de los ojos, y compararlo con el azul auténtico.
Ambos colores te parecerán semejantes, sin que
puedas distinguir entre uno y otro.
Así lo hice yo, Abraham ben Judá Ibn Haim,
iluminador de Loulé y dejé la receta a quien quisiera,
algún día, imitar el cielo


Nuno Júdice
Portugal 1949


drama nocturno

El niño duerme y en su frente pura
son los bucles de humo vaporoso y dorado
y en la mano de rosas asegura
el sonajero de reir cansado.
En la alcoba infantil, como en un nido,
cubierta con el ala la pensativa frente
el Angel de la Guarda se ha dormido
más la luz de sus ojos dulcemente
atraviesa los párpados y el ala.

Como un río de seda el silencio resbala
En la estancia contigua
como sabe que nadie puede oirlo
el cucú del reloj canta la antigua
canción que en Nuremberg cantaba un mirlo.

De pronto salta un duende por la abierta ventana
y trota hacia el espejo con trote de ratón
tiene los pies de lana
y en la mano un pedazo de carbón
adopta una postura lo más ceremoniosa
ante el espejo, luego se hace un guiño
y rie con su risa feliz de anciano niño
que le llena de hoyuelos las mejillas de rosa

Después en la pared más ancha de la alcoba
con el trazo infantil de su carbón dibuja
una imponente bruja cabalgando en su escoba
Una bruja que tiene feas patas de cabra
y un mochuelo posado sobre el hombro:
y ríe locamente pensando en el asombro
que va a tener el niño cuando los ojos abra.

Más ya despertó el Ángel y en vuelo de paloma
ha llegado hasta el duende que asustado lo mira:
con sus dedos de plata por el cuello lo toma
y sobre el césped del jardin lo tira…
Y sonríen sus labios con sonrisa indulgente,
mirando huir al duende con la mano en la gorra…

Entorna la ventana suspira dulcemente
y con el ala blanca la bruja negra borra.

Conrado Nalé Roxló
1898-1971

angel01


la duda

Pasó la duda
aquella eterna maga.
peregrina de las mentes
sin fe
y fecundó mi soledad
con su sórdida mugre.
Bastó el susurro
de su ondulante velo
para que yo sintiera
que ninguna certeza
soplaba suavemente
sobre esa negra bruma.
Ninguna mano tuya acariciaba
mi miedo enamorado.
Y sin el amor
que brilla
como una lámpara,
mi pobre corazón
estaba en sombras


y va a llegar otro invierno

Y va a llegar otro invierno
y luego otra primavera
y el olor de la salvia
no dejará de traerme
los colibríes
y la ausencia.
Y empezará otro día
entre tinieblas
incipientemente doradas
por un sol casi afónico,
y ni tu voz
ni tu olor
ni tu tibieza
ni tu paisaje feroz
de niño alado.
Mi alma sonríe a las maravillas
pero mi corazón te llora


dos vidas para una muerte

 

“Ya va a venir el día, ponte el alma.”
César Vallejo.

Tengo ángeles negros en mi cuerpo
con bocas de la mujer y brumas.
Tumultuosos espíritus del crimen
locamente me oprimen
hasta que veo mi espectro en las espumas.
Ya no puedo amar sino en sombrío
callejón del sueño que desmaya;
amar mi dolor a muerte junto a un río
revuelto de tristeza,
cuando dios, mi enemigo, mira y calla.
Un día mataré desamparada
la sórdida rosa que me calma.
Y he de quedar por siempre en el desierto,
más triste que dios muerto.
Es hora de vivir, me pondré el alma.
Me pondré el dedal y las pasiones,
la zamba del olvido y del dejarte,
y los perros, los gatos, los ratones.
Yo sola todavía
me pondré, como era, la otra parte.

Libertad Demitrópulos
Jujuy, Argentina. (1922-1998)


canícula

Al mediodía, desagua el amor,
los sueños más frescos e intrigantes;
estoy donde están los torrentes.
Alrededor de la casa grande hay un terreno sin cercos,
lleno de bananos, sólo de bananos,
altos como palmeras.
Llego y es la orilla del mar encrespado por corrientes,
remolinos azules.
Hay un peligro sobre la faja exigua
que es de arena y es blanca.
Quiero brazaletes
y la compañía del macho que elegí.

Adélia Prado
Brasil, 1935


poema n° 7

Poema N° 7

Me he enamorado sucesivamente
de un velero blanco
de un vidrio azul
de una pantera negra.
Me pregunto qué serás mañana.

Dalia S. de Acero
Argentina- 1926


encuentro

Estuvimos paseando a través de los campos
en un vagón al amanecer.
Una herida rosa roja en la oscuridad.

Y de pronto una liebre atravesó la carretera.
Uno de nosotros la señaló con la mano.
Eso fue hace tiempos. Hoy ninguno de ellos está vivo,
Ni la liebre, ni el hombre que hizo el ademán.

Oh, amor mío, dónde están ellos, a dónde han ido?
El destello de una mano, la línea de un movimiento,
el susurro de los guijarros.
Pregunto no con tristeza, sino con asombro.

Czeslaw Milosz
Lituania, 1911-2004


agua

Si me invitaran
a crear una religión
usaría el agua.

Ir a la iglesia
implicaría cruzar un vado
y llegar a ropas secas, distintas;

mi liturgia utilizaría
imágenes de inmersión,
un furioso y devoto empapamiento,

y  levantaría hacia el este
un vaso de agua
donde la luz en cualquier ángulo
se congregaría hasta el infinito.

Philip Larkin


en una noche

En una noche que debió ser de lluvia
o en el muelle de un puerto tal vez inexistente
o en una tarde clara, sentado a una mesa sin nadie,
se me cayó una parte mía.
No ha dejado ningún hueco.
Es más: pareciera algo que ha llegado
y no algo que se ha ido.
Pero ahora,
en las noches sin lluvia,
en las ciudades sin muelles,
en las mesas sin tardes,
me siento de repente mucho más solo
y no me animo a palparme,
aunque todo parezca estar en su sitio,
quizá todavía un poco más que antes.
Y sospecho que hubiera sido preferible
quedarme en aquella perdida parte mía
y no en este casi todo
que aún sigue sin caer.

Roberto  Juarroz.


tengo..

Cuando me veo y toco,
yo, Juan sin Nada no más ayer,
y hoy Juan con Todo,
y hoy con todo,
vuelvo los ojos, miro,
me veo y toco
y me pregunto cómo ha podido ser.

Tengo, vamos a ver,
tengo el gusto de andar por mi país,
dueño de cuanto hay en él,
mirando bien de cerca lo que antes
no tuve ni podía tener.
Zafra puedo decir,
monte puedo decir,
ciudad puedo decir,
ejército decir,
ya míos para siempre y tuyos, nuestros,
y un ancho resplandor
de rayo, estrella, flor.

Tengo, vamos a ver,
tengo el gusto de ir
yo, campesino, obrero, gente simple,
tengo el gusto de ir
(es un ejemplo)
a un banco y hablar con el administrador,
no en inglés,
no en señor,
sino decirle compañero como se dice en español.

Tengo, vamos a ver,
que siendo un negro
nadie me puede detener
a la puerta de un dancing o de un bar.
O bien en la carpeta de un hotel
gritarme que no hay pieza,
una mínima pieza y no una pieza colosal,
una pequeña pieza donde yo pueda descansar.

Tengo, vamos a ver,
que no hay guardia rural
que me agarre y me encierre en un cuartel,
ni me arranque y me arroje de mi tierra
al medio del camino real.
Tengo que como tengo la tierra tengo el mar,
no country,
no jailáif,
no tenis y no yacht,
sino de playa en playa y ola en ola,
gigante azul abierto democrático:
en fin, el mar.

Tengo, vamos a ver,
que ya aprendí a leer,
a contar,
tengo que ya aprendí a escribir
y a pensar
y a reír.
Tengo que ya tengo
donde trabajar
y ganar
lo que me tengo que comer.
Tengo, vamos a ver,
tengo lo que tenía que tener.

Nicolás Guillén

 


claridad

Estoy sintiendo una claridad tan grande
que me anula como persona actual y común:
es una lucidez vacía, ¿cómo explicar?
así como un cálculo matemático perfecto
que, sin embargo, no se necesita.
Estoy, por así decir, viendo claramente el vacío.
Y no entiendo eso que entiendo: pues estoy
infinitamente más grande que yo misma,
y no me alcanzo. Más allá de que:
¿qué hago con esta lucidez?
Sé también que esta lucidez mía
puede volverse el infierno humano
ya me ocurrió antes. Pues sé que -en términos
de nuestra diaria y permanente adaptación
resignada a la irrealidad-
esta claridad de realidad es un riesgo.
Apaga, pues, mi llama, Dios,
porque no me sirve para vivir los días.
Ayúdame a consistir de nuevo en los modos posibles.
Yo consisto, yo consisto, amén.

Clarice Lispector

clarice.jpg


ángeles

A veces, en el trecho de huerta que va desde el hogar
a la alcoba, se me aparecían los ángeles.
Alguno, quedaba allí de pie, en el aire, como un gallo
blanco -oh, su alarido-, como una llamarada de azucenas
blancas como la nieve o color rosa.
A veces, por los senderos de la huerta, algún ángel me
seguía casi rozándome; su sonrisa y su traje, cotidianos;
se parecía a algún pariente, a algún vecino (pero, aquel
plumaje gris, siniestro, cayéndole por la espalda
hasta los suelos…). Otros eran como mariposas negras
pintadas a la lámpara, a los techos, hasta que un día
se daban vuelta y les ardía el envés del ala, el pelo,
un número increíble.
Otros eran diminutos como moscas y violetas e iban
todo el día de aquí para allá y ésos no nos infundían miedo,
hasta les dejábamos un vasito de miel en el altar.

Marosa di Giorgio

angel


volar

Ya escondí un amor con miedo de perderlo,
ya perdí un amor por esconderlo.
Ya estuve en manos de alguien por miedo, ya tuve tanto miedo al punto
de ni sentir mis manos.
Ya expulsé de mi vida a personas que amaba, ya me arrepentí por eso.
Ya pasé noches llorando hasta caer de sueño, ya me fui a dormir tan feliz
al punto de ni conseguir cerrar los ojos.
Ya creí en amores perfectos, ya descubrí que no existen.
Ya amé a personas que me decepcionaron, ya decepcioné a personas que me amaron.
Ya pasé horas frente al espejo intentando descubrir quien soy,
ya tuve tanta certeza de mí al punto de querer desaparecer.
Ya mentí y me arrepentí después, ya dije la verdad y también me arrepentí.
Ya fingí no dar importancia a las personas que amaba,
para mas tarde llorar silenciosa en mi canto.
Ya sonreí llorando lagrimas de tristeza, ya lloré de tanto reír
Ya creí en personas que no valían la pena, ya dejé de creer en las que realmente valían.
Ya tuve crisis de risa cuando no podía, ya quebré platos, copas y vasos de rabia.
Ya eché de menos a alguien pero nunca se lo dije.
Ya grité cuando debía callar, ya callé cuando debía gritar
Muchas veces dejé de decir lo que siento para agradar a unos,
otras veces dije lo que no pensaba para lastimar a otros.
Ya fingí ser lo que no soy para agradar a unos,
ya fingí ser lo que no soy para desagradar a otros.
Ya conté chistes y más chistes sin gracia solo para ver a un amigo feliz.
Ya inventé historias con final feliz para dar esperanza a quien lo necesitaba.
Ya soñé demasiado, al punto de confundir con la realidad
Ya tuve miedo de la obscuridad, hoy en la obscuridad
«me encuentro, me agacho, me quedo ahí»
Ya caí innumerables veces pensando que no me iba a levantar,
ya me levanté innumerables veces pensando que no caería más.
Ya llamé a quien no quería solo para no llamar a quien realmente quería.
Ya corrí tras un carro, porque se llevaba a quien yo amaba.
Ya llamé a mi madre en el miedo de la noche huyendo de una pesadilla,
mas ella no apareció y la pesadilla fué aún mayor.
Ya llamé «amigo» a personas cercanas y descubrí que no lo eran,
algunas personas nunca necesité llamarles nada
y siempre fueron y serán especiales para mí.
No me den formulas exactas, porque no espero acertar siempre.
No me muestren lo que esperan de mí, porque voy a seguir mi corazón.
No me hagan ser lo que no soy, no me inviten a ser igual,
porque sinceramente soy diferente.
No sé amar a medias, no sé vivir de mentiras, no sé volar con los pies en la tierra.
Soy siempre yo misma, mas ciertamente no seré la misma para siempre!
Gusto de los venenos más lentos, de las bebidas más amargas,
de las drogas más poderosas, de las ideas más locas,
de los pensamientos más complejos, de los sentimientos más fuertes
Tengo un apetito voraz y los delirios más locos.
Me puedes hasta empujar de un acantilado que yo voy a decir:
– ¿Y qué? ¡Amo  volar!

Clarice Lispector


un bello matrimonio

Una de las cosas buenas
del matrimonio,
es que uno no tiene que hablar.
(tampoco tiene que mirar).
Lo ideal es usar una venda blanca
que cubra correctamente los ojos,
de manera tal
que no deje pasar ningún resquicio
de luz.

Él se levanta y no te mira.
Ella está serena, el pelo revuelto y
un camisón raído, invisible, pensando en el día
que le espera.
(tampoco ella lo mira)

Pero sabe que él está allí. Está.
Lo cual es importante. Llueva o truene,
está. Si aparece un murciélago,
un ladrón o el cobrador de impuestos: está.

La vida se va poniendo difícil,
es bueno recordarlo.

Estamos el uno para el otro,
lo cual es reconfortante y práctico.
A veces, algo te recuerda al poema de Prevért
que tanto te impresionaba de chica.
(¿aún soy chica, mamá?)

El no sabe si
te pusiste una blusa verde o amarilla.
(el hombre de barba, sí)
El hombre de barba y muchos dientes,
sabe que tu blusa es amarilla
y te quiere lamer la piel que está debajo
de la blusa amarilla.
Ese hombre, sabe que en vos hay un cuerpo
y un corazón adentro del cuerpo. Y un alma.
Amarilla, también.

El marido, no. El marido está.
Un buen marido no espera
que termines de hablar.
(cree que fue
un ruido de la heladera)

Al terminar la cena,
la mujer piensa en encender la tele.
Luego, a veces,
se pone la venda y se visitan, se tocan.
Otras veces ella le pide que llame al plomero,
lo acompaña al cardiólogo.
El le pone filtro solar en la espalda
y ella le recuerda
que hay que renovar el pasaporte.

Es un buen marido.
Ella compra tomate perita porque al buen marido
no le gustan los tomates redondos
y le pone poca sal a la comida. Es
una buena mujer. Lo lindo
es que siempre duermen juntos.
Juntos,
miran por la ventana, qué hermoso día,
¡qué sol!
disfrutan viendo florecer el jacarandá,
viendo florecer a los niños.
(con asombro y horror)

Dormimos juntos,
nos levantamos juntos,
vamos al cine juntos, desayunamos juntos
y soñamos por separado.
Es lindo ir a las fiestas de fin de año,
juntos,
y a la playa y al cine.
En pareja nos sentamos en el restaurante y
pedimos pollo, porque nos gusta el pollo
y hablamos en plural.
La habitación de nuestra casa tiene
cama doble y ventana a la calle.
Él carga la valija más pesada.
Yo acomodo la ropa en su placard.

Sabemos que el otro está,
siempre,
para no mirarnos, para no escuchar,
para no saber.
Pero es lindo estar juntos,
uno al lado del otro. Muy juntos,
así, hasta la muerte.

Silvia Arazi


acá se muere fuerte

Muerte. No temas. No demores
junto a la puerta. Entra.
Lee mis libros. De cada diez, en nueve
te encuentras tú. No eres desconocida.
No me juegues la mala pasada con achaques
a los que nadie quiere dar el nombre.
No me pongas en el lecho, junto a quienes
por su vejez, no saben lo que dicen.
No me lleve el dinero
a horas sin sentido en la clínica chic.
Cepillo tus zapatos. Te doy la bienvenida.

Eddy van Fliet,
poeta belga de lengua flamenca


la espesura

Lo veo andar entre las plantas
remover la tierra
traspasar árboles
enterrar semillas
Cuando lo conocí
su jardín me pareció desproporcionado
me apabullaba esa variedad de especies
ese moverse
pidiéndole permiso a la naturaleza
Hay en él una vitalidad verde
que me resulta ajena
ese respirar entre plantas tiene
un sentido más allá
como si ellas fueran
su modo de espantar las sombras

Loreley El Jaber (Buenos Aires, 1972),
fragmento

100_8944


Corazón Libre


Te han sitiado corazón y esperan tu renuncia,
los únicos vencidos corazón, son los que no luchan.
No los dejes corazón que maten la alegría,
remienda con un sueño corazón, tus alas malheridas.

No te entregues corazón libre, no te entregues.
No te entregues corazón libre, no te entregues.
Y recuerda corazón, la infancia sin fronteras,
el tacto de la vida corazón, carne de primaveras.

Se equivocan corazón, con frágiles cadenas,
más viento que raíces corazón, destrózalas y vuela.
No te entregues corazón libre, no te entregues.
No te entregues corazón libre, no te entregues.

No los oigas corazón, que sus voces no te aturdan,
serás cómplice y esclavo corazón, si es que los escuchas.
No te entregues corazón libre, no te entregues.
No te entregues corazón libre, no te entregues.

Adelante corazón, sin miedo a la derrota,
durar, no es estar vivo corazón, vivir es otra cosa.
No te entregues corazón libre, no te entregues.
No te entregues corazón libre, no te entregues.

Rafael Amor


quienes no amo

Mucho debo
a quienes no amo.
El alivio al enterarme
que intiman con otros.
La alegría de no ser
el lobo de sus corderos.
En paz estoy con ellos,
y en libertad,
dos cosas que el amor no puede dar
ni sabe tomar.
No les espero
yendo y viniendo de la puerta a la ventana.
Con la paciencia
de un reloj de sol,
comprendo
lo que el amor no comprende,
perdono
lo que el amor jamás perdonaría.
Entre una carta y una cita
no transcurre la eternidad
sino sólo días o semanas.
Los viajes son siempre perfectos a su lado,
los conciertos se escuchan,
las catedrales se visitan
y los paisajes se contemplan.
Y cuando siete montes y ríos
nos separan,
son montes y ríos
señalados en el mapa.
Suyo es el mérito
de poder yo vivir en tres dimensiones,
en un espacio no lírico y no retórico,
frente a un horizonte movedizo y, por tanto, real.
Ignoran
cuánto me entregan sus manos vacías.
Nada les debo

Wislawa Szymborska


conjuro para decir mentiras y construir verdades

Cuando cumplí seis años, a cambio de su amor,
mi madre me arrancó la terrible promesa
de no mentir jamás.
Así, igual que un soberano controla
al pueblo al que gobierna,
ella me dió la libertad que al necio se le otorga:
actuarás dentro del margen
que yo-mis leyes establecen.
No había escapatoria:
su ministro de asuntos interiores
tenía su despacho montado en mi conciencia.
Yo la echaba de menos,
por eso no traicioné su confianza;
fui fiel a mi promesa.
Pero también, y con el tiempo,
fui fiel a mis instintos;
extensiva se hizo la verdad
al deseo que impulsa nuestros actos
Creo que confundí aquella instancia,
el orden imperioso del sentir
con el orden común de los Estados,
pues provoqué una guerra.
Después del gran naufragio, ella me preguntó:
¿no podrías acaso haber mentido?
En ese instante, entonces, usurpé la corona.
Ser libre no es un don, es una reconquista,
y es preciso callar para construir
aquella historia que se guarda
como un largo secreto del que nadie es testigo.
Ser libre es tener cuidado de un misterio
sobre el cual se construye nuestra vida.
Hay seres que comprenden temprano este principio;
me produce ternura descubrir sus engaños
y comprobar la paz que de ellos resulta;
admiro las mentiras bien trabadas,
la coherencia del engarce, el arte dirigido
hacia un fin; me conmueve
la soledad de aquel que las inventa
y consiente al imperio de su lógica.
El que miente edifica el mundo que conviene
para salvaguardar la ficción de los otros,
la legítima ficción que necesitan para evitar
la angustia de sentirse tan solos sin leyes,
sin verdades, sin ese amor
que creen recibir a cambio de su alma.
Aprendo del que calla, del que miente y engaña
el fuego soterrado que aún gime en mi pecho,
aprendo a dirigir su grito en mis infiernos
para el mejor gobierno de los mundos.
Desde ahora mi mano es la que guía
el fiel de la balanza: la verdad y su opuesto
son las onzas que pongo en los platillos
según el juego lo requiera.

Chantal Maillard
Belgica-1951


nunca sabré…

Nunca sabré por qué tu lengua entró en mi boca
cuando nos despedimos en tu hotel
después de un amistoso recorrer la ciudad
y un ajuste preciso de distancias.

Creí por un momento que me dabas
una cita futura,
que abrías una tierra de nadie, un interregno
donde alcanzar tu minucioso musgo.
Circundada de amigas me besaste,
yo la excepción, el monstruo,
y tú la transgresora murmurante.

Vaya a saber a quién besabas,
de quién te despedías.
Fui el vicario feliz de un solo instante,
el que a veces encuentra en su saliva
un breve gusto a madreselva
bajo cielos australes.

Julio Cortázar


el futuro

Y sé muy bien que no estarás.
No estarás en la calle,
en el murmullo que brota de noche
de los postes de alumbrado,
ni en el gesto de elegir el menú,
ni en la sonrisa que alivia
los completos de los subtes,
ni en los libros prestados
ni en el hasta mañana.

No estarás en mis sueños,
en el destino original
de mis palabras,
ni en una cifra telefónica estarás
o en el color de un par de guantes
o una blusa.
Me enojaré amor mío,
sin que sea por ti,
y compraré bombones
pero no para ti,
me pararé en la esquina
a la que no vendrás,
y diré las palabras que se dicen
y comeré las cosas que se comen
y soñaré las cosas que se sueñan
y sé muy bien que no estarás,
ni aquí adentro, la cárcel
donde aún te retengo,
ni allí fuera, este río de calles
y de puentes.
No estarás para nada,
no serás ni recuerdo,
y cuando piense en ti
pensaré un pensamiento
que oscuramente
trata de acordarse de ti.

Julio Cortázar


tu amor

Tu amor,
la de ojos profundos,
es excepcional,
místico,
sagrado.
Tu amor, como el nacimiento y la muerte,
es imposible que se repita.

Nizar Kabbani


amor a primera vista

Imaginan que como antes no se conocían
no había sucedido nada entre ellos.
Pero ¿qué decir de las calles, las escaleras, los pasillos
en los que hace tiempo podrían haberse cruzado?

Me gustaría preguntarles
si no recuerdan
-quizá un encuentro frente a frente
alguna vez en una puerta giratoria,
o algún «lo siento»
o el sonido de «se ha equivocado» en el teléfono-,
pero conozco su respuesta.
No recuerdan.

Se sorprenderían
de saber que ya hace mucho tiempo
que la casualidad juega con ellos,
una casualidad no del todo preparada
para convertirse en su destino,

que los acercaba y alejaba,
que se interponía en su camino
y que conteniendo la risa
se apartaba a un lado.

Hubo signos, señales,
pero qué hacer si no eran comprensibles.
¿No habrá revoloteado
una hoja de un hombro a otro
hace tres años
o incluso el último martes?

Hubo algo perdido y encontrado.
Quién sabe si alguna pelota
en los matorrales de la infancia.
Hubo picaportes y timbres
en los que un tacto
se sobrepuso a otro tacto.

Maletas, una junto a otra, en una consigna.
Quizá una cierta noche el mismo sueño
desaparecido inmediatamente después de despertar.
Todo principio
no es mas que una continuación,
y el libro de los acontecimientos
se encuentra siempre abierto a la mitad.

Wisława Szymborska


amor…

Amor en esta hora de insomnio y de vergüenza
estás presente, te necesito,
te amo hasta quién sabe dónde,
más, mucho más del amor y de la vida,
te amo hasta la muerte,
de tal modo que en vez de decir te quiero
necesito decirte te muero,
me muero en ti, me muero.

Jaime Sabines


amor y caracoles

El día que tú quieras
me llamas y nos despedimos un poquito
compartimos el portal y nos hacemos
un nudo en la garganta,
unos de esos nudos que te dejan sin habla
de los que llenan el cuerpo de viernes y caracoles,
o si lo prefieres nos confiamos un secreto
y la pasión por Nicaragua,
el misterio de las 39 rosas rojas
y ese color que nunca tuvo la tristeza.
El día que tú quieras me atas a la cama y nos despedimos
de lo poéticamente correcto
y en lugar de escribir versos nos tatuamos un delirio
o dejamos pasar el tiempo y reventamos de utopía
este momento de carne, sudor y risas.
El día que tú quieras
mientras alguien intenta explicar este poema
nos casamos con la vida y engañamos al mundo
como el mundo engaña al hombre
y el hombre a los caracoles.

Uberto Stabile


dolor

No quiero que te vayas
dolor, última forma
de amar. Me estoy sintiendo
vivir cuando me dueles
no en ti, ni aquí, más lejos:
en la tierra, en el año
de donde vienes tú,
en el amor con ella
y todo lo que fue.
En esa realidad
hundida que se niega
a sí misma y se empeña
en que nunca ha existido,
que sólo fue un pretexto
mío para vivir.
Si tú no me quedaras,
dolor, irrefutable,
yo me lo creería;
pero me quedas tú.
Tu verdad me asegura
que nada fue mentira.
Y mientras yo te sienta,
tú me serás, dolor,
la prueba de otra vida
en que no me dolías.
La gran prueba, a lo lejos,
de que existió, que existe,
de que me quiso, sí,
de que aún la estoy queriendo.

Pedro Salinas


llora mi corazón

Llora mi corazón,
lo abruman males múltiples,
tijeras lo cortan,
calenturas, dolores, mal en el costado.
Llora mi corazón, está perdido
por la muchacha esbelta cual palmera,
cuyos cabellos le caen sobre la espalda.
Pero no tardará mi revancha:
la sorprenderé
y entonces, cara a cara, nos reconoceremos.

Anónimo.. Etnia Kabilia


el amor no tendrá frío

Sí, mi amiga, estamos bien, pero tiemblo
a pesar de esas llamas dulces contra junio…
Estamos bien… sí…
Miro una danzarina en su martirio, es cierto,
con los locos brazos, ay, negando la ceniza
y el crepúsculo íntimo…
Estamos bien… Cummings que se va, muy pálido,
al país que nunca ha recorrido,
mientras Debussy enciende el suyo, submarino…
Estamos bien… Pero tiemblo, mi amiga, de la lluvia
que trae más agudamente aún la noche
para las preguntas que se han tendido como ramas
a lo largo de la pesadilla de la luz,
con la vara que sabes y la arpillera que sabes,
en las puertas mismas, quizás, de la poesía y de la música…
Estamos bien, sí mi amiga, pero tiemblo de un crimen…
Cuándo, cuándo, mi amiga, junto a las mismas bailarinas del fuego,
cuándo, cuándo, el amor no tendrá frío?

Juan Ortiz


mi voz está en su sitio

Mi voz está en su sitio
el corazón sabe algo más porque me duele
por eso digo:
terrible oficio
es repartir equivocadamente los abrazos
y que el alma viva entre perros hambrientos
uno de mis errores
fue creer que todos éramos hermanos
y ahora
no se le puede cambiar el horizonte a la nostalgia
hay que olvidarse de las viejas sonrisas
y andar con el dolor a cuestas
para que sirva definitivamente
nunca dije
mi lágrima fue grande
sufrí
no me quisieron
cada uno conoce su dolor
y sabe de qué manera hablarle a la desgracia
que venga la vida y me golpee
de nada vale cerrar los ojos
un hombre dormido
es un dolor que descansa
es duro el amor cuando se niega
un día sin embargo recuesta sus abrazos
apoya su misterio en mi cabeza
y me lleva a vivir al primer piso de un incendio
no comparo
simplemente doy mi fruto
y espero
la semilla más humilde
puede brotar el fuego o la hermosura
si estoy acorralado entre dos besos
decido acurrucarme al pie de mi corazón
y sueño
soy triste hasta los zapatos
a la hora del té
mi alegría se sienta y llora conmigo
pero sostengo que un día
aunque el amor sea el hermano implacable de la lluvia
de mi casa a tus ojos
no habrá naufragios.

Roberto Jorge Santoro


madre…

Madre: es tu desamparada criatura quien te llama,

quien derriba la noche con un grito y la tira a tus pies como un telón caído

para que no te quedes allí, del otro lado,

donde tan sólo alcanzas con tus manos de ciega

a descifrarme en medio de un muro de fantasmas hechos de arcilla ciega.

Madre, tampoco yo te veo, porque ahora te cubren las sombras

congeladas del menor tiempo y la mayor distancia,

y yo no sé buscarte, acaso porque no supe aprender a perderte.

Pero aquí estoy, sobre mi pedestal partido por el rayo, vuelta estatua de arena,

puñado de cenizas para que tú me inscribas la señal,

los signos con que habremos de volver a entendernos.

Aquí estoy, con los pies enredados por las raíces de mi sangre en duelo,

sin poder avanzar. Búscame entonces tú, en medio de este bosque alucinado

donde cada crujido es tu lamento, donde cada aleteo es un reclamo

de exilio que no entiendo, donde cada cristal de nieve es un fragmento de tu eternidad,

y cada resplandor, la lámpara que enciendes para que no me pierda

entre las galerías de este mundo. Y todo se confunde.

Y tu vida y tu muerte se mezclan con las mías como las máscaras de las pesadillas.

Y no sé dónde estás. En vano te invoco en nombre del amor, de la piedad o del perdón,

como quien acaricia un talismán, una piedra que encierra esa gota de sangre coagulada

capaz de revivir en el más imposible de los sueños. Nada. Solamente una garra

de atroces pesadumbres que descorre la tela de otros años d

escubriendo una mesa donde partes el pan de cada día, un cuarto

donde alisas con manos de paciencia esos pliegues que graban en mi alma la fiebre y el terror,

un salón que de pronto se embellece para la ceremonia de mirarte pasar

rodeada por un halo de orgullosa ternura, un lecho donde vuelves de la muerte

sólo para no dolernos demasiado. No. Yo no quiero mirar.

No quiero aprender otra vez el nombre de la dicha en el momento mismo

en que roen su rostro los enormes agujeros, ni sentir que tu cuerpo detiene una vez más

esa desesperada marea que lo lleva, una vez más aún, para envolverme como para siempre en consuelo y adiós.

No quiero oír el ruido del cristal trizándose, ni los perros que aúllan a las vendas sombrías,

ni ver cómo no estás. Madre, madre, ¿quién separa tu sangre de la mía?,

¿qué es eso que se rompe como una cuerda tensa golpeando las entrañas?,

¿qué gran planeta aciago deja caer su sombra sobre todos los años de mi vida?

¡Oh, Dios! Tú eras cuanto sabía de ese olvidado país de donde vine,

eras como el amparo de la lejanía, como un latido en las tinieblas.

¿Dónde buscar ahora la llave sepultada de mis días?

¿A quién interrogar por el indescifrable misterio de mis huesos?

¿Quién me oirá si no me oyes? Y nadie me responde. Y tengo miedo.

Los mismos miedos a lo largo de treinta años. Porque día tras día alguien que se enmascara

juega en mí a las alucinaciones y a la muerte. Yo camino a su lado y empujo con su mano esa última puerta,

esa que no logró cerrar mi nacimiento y que guardo yo misma vestida con un traje de centinela funerario.

¿Sabes? He llegado muy lejos esta vez. Pero en el coro de las voces que resuenan

como un mar sepultado no está esa voz de hoja sombría desgarrada siempre por el amor o por la cólera;

en esas procesiones que se encienden de pronto como bujías instantáneas

no veo iluminarse ese color de espuma dorada por el sol; no hay ninguna ráfaga

que haga arder mis ojos con tu olor a resina; ningún calor me envuelve

con esa compasión que infundiste a mis huesos. Entonces, ¿dónde estás?,

¿quién te impide venir? Yo sé que si pudieras acariciarías mi cabeza de huérfana.

Y sin embargo sé también que no puedes seguir siendo tú sola,

alguien que persevera en su propia memoria, la embalsamada a cuyo alrededor

giran como los cuervos unos pobres jirones de luto que alimenta.

Y aunque cumplas la terrible condena de no poder estar cuando te llamo,

sin duda en algún lado organizas de nuevo la familia, o me ordenas las sombras,

o cortas esos ramos de escarcha que bordan tu regazo para dejarlos a mi lado cualquier día,

o tratas de coser con un hilo infinito la gran lastimadura de mi corazón.

Olga Orozco

La Pampa- 1920-1999


llueve en primavera

Te extraño amor.
La lluvia y la primavera
son una mezcla fatal.
El aroma de la glicina,
(nuestra glicina),
se cuela en el olor de la glicina

de la casa de enfrente.

La lluvia trae también
tardes de colibríes mojándose
por las flores de la salvia,

tan morada y fragante.

El ruido de las chapas.
El verde del jardín,

furioso de gusto.

Me pregunto si estará en pie
el abuelo limonero
o habrá entendido acaso,
como yo ahora,
que ya no volveríamos más.

100_7452


Coraje

No seré esclava de ningún amor.
A nadie
devolveré el sentido de su vida,
su derecho al crecimiento constante
hasta el último aliento.

Maniatada por el oscuro instinto
de la maternidad,
sedienta de ternura como el asmático
de aire,
con qué empeño construyo en mí
el hermoso egoísmo humano,
reservado desde hace siglos
para el varón.

Contra mí
están todas las civilizaciones del mundo,
todos los libros santos de la humanidad
escritos por ángeles místicos
con la expresiva pluma del relámpago.
Diez Mahomas
en diez elegantemente enmohecidas
lenguas
me amenazan con la condenación
en la tierra y en el cielo eterno.

Contra mí
está mi propio corazón.
amaestrado por milenios
en la cruel virtud de la víctima.

Anna Swi
Polonia 1909-1984


contra las bestias del olvido

Ya que navegas por mi sangre
y conoces mis límites,
y me despiertas en la mitad del día
para acostarme en tu recuerdo
y eres furia de mi paciencia para mí,
dime qué diablos hago,
por qué te necesito,
quien eres, muda, sola, recorriéndome,
razón de mi pasión,
por qué quiero llenarte solamente de mí,
y abarcarte, acabarte,
mezclarme en tus cabellos
y eres única patria
contra las bestias del olvido.

Juan Gelman

no hay mas que sentarse y esperar


cuando pasen los años

Cuando pasen los años, cuando pasen
los años y el aire haya cavado un foso
entre tu alma y la mía; cuando pasen los años
y yo sólo sea un hombre que amó,
un ser que se detuvo un instante frente a tus labios,
un pobre hombre cansado de andar por los jardines,
¿dónde estarás tú? ¡Dónde
estarás, oh hija de mis besos!

Nicanor Parra

pensamiento


busco…

Busco
Que sea tierno ante todo.
Que esté conmigo
no más de veinte días.
Que se vuelva de amor
y de remate loco
y que luego se vaya
sin ruegos, ni exigencias,
ni mentiras…
Así las condiciones.
Abstenerse los que creen en dios,
en sacramentos,
en la ley de los hombres.
Soy solo una mujer
con la espera entreabierta
para el que oculta veneno en la saliva
un cuchillo en los dientes
y entre las piernas
la razón poderosa de la desgracia

María Rosal
España 1961

418695_469244623100521_1846453386_n


en la brisa, un momento

¡Ya se fue! ¡Ya se fue! -se queja la torcaza.
el lamento se expande de hoja en hoja,
de temblor en temblor, de transparencia en transparencia,
hasta envolver en negra desolación el plumaje del mundo.
-¡Ya se fue! ¡Ya se fue! -como si yo no viera.
Y me pregunto ahora cómo hacer para mirar de nuevo una torcaza,
para volver a ver una bahía, una columna, el fuego, el humo de la sopa,
sin que tus ojos me aseguren la consistencia de su aparición,
sin que tu mano me confirme la mía.
Será como mirar apenas los reflejos de un espejo ladrón,
imágenes saqueadas desde las maquinarias del abismo,
opacas, andrajosas, miserables.
¿Y qué será tu almohada, y qué será tu silla,
y qué serán tus ropas, y hasta mi lecho a solas, si me animo?
Posesiones de arena,
sólo silencio y llagas sobre la majestad de la distancia.
Ah, si pudiera encontrar en las paredes blancas de la hora más cruel
esa larga fisura por donde te fuiste,
ese tajo que atravesó el pasado y cortó el porvenir,
acaso nos veríamos más desnudos que nunca, como después de nunca,
como después del paraíso que perdimos,
y hasta quizás podríamos nombrarnos con los últimos nombres,
esos que solamente Dios conoce,
y descubrir los pliegues ignorados de nuestra propia historia
cubriendo las respuestas que callamos,
incrustadas tal vez como piedras preciosas en el fondo del alma.
Todo lo que ya es patrimonio de sombras o de nadie.
Pero acá sólo encuentro en mitad de mi pecho
esta desgarradura insoportable cuyos bordes se entreabren
y muestran arrasados todos los escenarios donde tú eres el rey
-un instantáneo calco del que fuiste, un relámpago apenas-
bajo la rotación del infinito derrumbe de los cielos.
Fuera de mí la nube dice «No», el viento dice «No», las ramas dicen «No»,
y hasta la tierra entera que te alberga,
esa tierra dispersa que ahora es sólo una alrededor de ti,
se aleja cuando llamo.
¿Cómo saber entonces d0nde estás en este desmedido, insaciable universo,
donde la historia se confunde y los tiempos se mezclan y los lugares se deslizan,
donde los ríos nacen y mueren las estrellas,
y las rosas que me miran en Paestum no son las que nos vieron
sino tal vez las que miró Virgilio?
¿Cómo acertar contigo,
si aun en medio del día instalabas a veces tu silencio nocturno,
inabordable como un dios, ensimismado como un árbol,
y tu delgado cuerpo ya te sustraía?
Aléjate, memoria de pared, memoria de cuchara, memoria de zapato.
No me sirves, memoria, aunque simules este día.
No quiero que me asistas con mosaicos, ni con palacios, ni con catedrales.
Húndete, piedra de la Navicella, junto al cisne de Brujas,
bajo las noches susurradoras de Venecia.
Sopla, viento de Holanda, sobre los campos de temblorosas amapolas,
deshoja los recuerdos, barre los ecos y la lejanía.
No quiero que sea nunca para siempre ni siempre para nunca.
Juguemos a que estamos perdidos otra vez entre los laberintos de un jardín.
Encuéntrame, amor mío, en tu tiempo presente.
Mírame para hoy con tus ojos de miel, de chispas y de claro tabaco.
Sé que a veces de pronto me presencias desde todas partes.
Tal vez poses tu mano lentamente como esta lluvia sobre mi cabeza
o detengas tus pasos junto a mí en pálida visitación conteniendo el aliento.
He conseguido ver el resplandor con que te llevan cuando te persigo;
he aspirado también, señor de las plantaciones y las flores,
el aroma narcótico con que me abrazas desde un rincón vacío de la casa,
y he oído en el pan que cruje a solas el pequeño rumor con que me nombras,
tiernamente, en secreto, con tu nuevo lenguaje.
Lo aprenderé, por más que todo sea un desvarío de lugares hambrientos,
una forma inconclusa del deseo, una alucinación de la nostalgia.
Pero aun así, ¿qué muro es insoluble entre nosotros?
¡Hemos huido juntos tantos años entre las ciénagas y los tembladerales
delante de las fieras de tu mal
cubriendo la retirada con el sol, con la piel, con trozos de la fiesta,
con pedazos inmensos del esplendor que fuimos, hasta que te atraparon!
Anudaron tu cuerpo, ya tan leve, al miedo y al azar,
y escarbó en tus tejidos la tiniebla monarca con uñas y con dientes ,
mientras dábamos vueltas en la trampa, sin hallar la salida.
La encontraste hacia arriba, y lograste escapar a pura pérdida, de caída en caída.
Aún nos queda el amor:
esa doble moneda para poder pasar a uno y otro lado.
Haz que gire la piedra, que te traiga de nuevo la marea,
aunque sea un instante, nada más que un instante.
Ahora, cuando podrás mirar tan «fijamente el sol como la muerte» ,
no querrás apagarlo para mí ni querrás extraviarme detrás de los escombros,
por pequeña que sea mirada desde allá,
aun menos que una nuez, que una brizna de hierba que unos granos de arena.
Y porque a veces me decías: «Tú hiciste que la luz fuera visible»,
y otra vez descubrimos que la muerte se parece al amor
en que ambos multiplican cada hora y lugar por una misma ausencia,
yo te reclamo ahora en nombre de tu sol y de tu muerte una sola señal,
precisa, inconfundible, fulminante, como el golpe de gracia que parte en dos el muro
y descubre un jardín donde somos posibles todavía,
apenas un instante, nada más que un instante,
tú y yo juntos, debajo de aquel árbol
copiados por la brisa de un momento cualquiera de la eternidad.

Olga Orozco

10-9


llueve…

Llueve… espera, no duermas.
Estate atento a lo que dice el viento,
y a lo que dice el agua que golpea
con sus dedos menudos en los vidrios.
Todo mi corazón se vuelve oídos
para escuchar a la hechizada hermana
que ha dormido en el cielo,
que ha visto el sol de cerca,
y baja ahora elástica y alegre
de la mano del viento,
igual que una viajera que torna
de un país de maravilla.
Cómo estará de alegre el trigo, amante.
Con qué avidez se esponjará la hierba,
cuántos diamantes colgarán ahora
del ramaje profundo de los pinos.
Espera, no te duermas.
Escuchemos el ritmo de la lluvia.
Apoya entre mis senos
tu frente taciturna.

Juana de Ibarbourou
Uruguay – 1892-1979


me desordeno

Me desordeno, amor, me desordeno
cuando voy en tu boca, demorada;
y casi sin por qué, casi por nada,
te toco con la punta de mi seno.

Te toco con la punta de mi seno
y con mi soledad desamparada;
y acaso sin estar enamorada
me desordeno, amor, me desordeno.

Y mi suerte de fruta respetada
arde en tu mano lúbrica y turbada
como una mala promesa de veneno;

y aunque quiero besarte arrodillada,
cuando voy en tu boca, demorada,
me desordeno, amor, me desordeno.

Carilda Oliver Labra
Matanzas, 1924
.
boca

cuando todo el mundo se iba

Y cuando todo el mundo se iba
y nos quedábamos los dos
entre vasos vacíos y ceniceros sucios,

qué hermoso era saber que estabas
ahí como un remanso,
sola conmigo al borde de la noche,
y que durabas, eras más que el tiempo,

eras la que no se iba
porque una misma almohada
y una misma tibieza
iba a llamarnos otra vez
a despertar al nuevo día,
juntos, riendo, despeinados.

Julio Cortázar

.
azul


unos

Unos van por un sendero recto,
Otros caminan en círculo,
Añoran el regreso a la casa paterna
Y esperan a la amiga de otros tiempos.
Mi camino, en cambio, no es ni recto, ni curvo,
Llevo conmigo el infortunio,
Voy hacia nunca, hacia ninguna parte,
Como un tren sobre el abismo.

Anna Ajmátova
Odessa, Rusia 1889 – 1966

.


mis gatos

ya sé. ya sé.
son limitados, tienen necesidades
y preocupaciones distintas.
pero los observo y aprendo de ellos.
me gusta lo poco que saben,
que es tantísimo.

se quejan pero nunca se
preocupan.
caminan con una dignidad sorprendente.
duermen con una simplicidad directa que
los seres humanos sencillamente
no podemos comprender.

sus ojos son más
hermosos que los nuestros.
y pueden dormir 20 horas
al día sin vacilar ni sentir
remordimientos.

cuando me siento
bajo de ánimos
me basta con
observar a mis gatos
y me vuelve la valentía.

estudio a estas
criaturas son mis maestros.

Charles Bukowski
.


balada del mal genio

Hay días en que siento una desgana
de mí, de ti, de todo lo que insiste en creerse
y me hallo sólidamente cretino

apto para que en mí vacilen los rencores
y nada me parezca un aceptable augurio.

Días en que abro el diario con el corazón en la boca
como si aguardara de veras que mi nombre
fuera a aparecer en los avisos fúnebres
seguido de la nómina de parientes y amigos
y de todo el indócil personal a mis órdenes.

Hay días que ni siquiera son obscuros
días en que pierdo el rastro de mi pena
y resuelvo las palabras cruzadas
con una rabia hecha para otra ocasión
digamos, por ejemplo, para noches de insomnio.

Días en que uno sabe que hace mucho era bueno
bah…tal vez no hace tanto que salía la luna
limpia como después de un jabón perfumado
y aquello si era auténtica melancolía
y no este malsano, dulce aburrimiento.

Bueno, esta balada es solo para avisarte
que en esos pocos días no me tomes en cuenta.

Mario Benedetti


nunca supe

Me pareció que las llamas de tus ojos
volarían conmigo hasta el alba.
No pude entender el color,
de tus ojos extraños.
Todo alrededor palpitaba
Nunca supe si eras mi enemigo, o mi amigo,
Y si ahora era invierno o verano…

Anna Ajmátova
Odessa, Rusia 1889 -1966