Archivo de la categoría: Poetisas de América

canícula

Al mediodía, desagua el amor,
los sueños más frescos e intrigantes;
estoy donde están los torrentes.
Alrededor de la casa grande hay un terreno sin cercos,
lleno de bananos, sólo de bananos,
altos como palmeras.
Llego y es la orilla del mar encrespado por corrientes,
remolinos azules.
Hay un peligro sobre la faja exigua
que es de arena y es blanca.
Quiero brazaletes
y la compañía del macho que elegí.

Adélia Prado
Brasil, 1935


claridad

Estoy sintiendo una claridad tan grande
que me anula como persona actual y común:
es una lucidez vacía, ¿cómo explicar?
así como un cálculo matemático perfecto
que, sin embargo, no se necesita.
Estoy, por así decir, viendo claramente el vacío.
Y no entiendo eso que entiendo: pues estoy
infinitamente más grande que yo misma,
y no me alcanzo. Más allá de que:
¿qué hago con esta lucidez?
Sé también que esta lucidez mía
puede volverse el infierno humano
ya me ocurrió antes. Pues sé que -en términos
de nuestra diaria y permanente adaptación
resignada a la irrealidad-
esta claridad de realidad es un riesgo.
Apaga, pues, mi llama, Dios,
porque no me sirve para vivir los días.
Ayúdame a consistir de nuevo en los modos posibles.
Yo consisto, yo consisto, amén.

Clarice Lispector

clarice.jpg


ángeles

A veces, en el trecho de huerta que va desde el hogar
a la alcoba, se me aparecían los ángeles.
Alguno, quedaba allí de pie, en el aire, como un gallo
blanco -oh, su alarido-, como una llamarada de azucenas
blancas como la nieve o color rosa.
A veces, por los senderos de la huerta, algún ángel me
seguía casi rozándome; su sonrisa y su traje, cotidianos;
se parecía a algún pariente, a algún vecino (pero, aquel
plumaje gris, siniestro, cayéndole por la espalda
hasta los suelos…). Otros eran como mariposas negras
pintadas a la lámpara, a los techos, hasta que un día
se daban vuelta y les ardía el envés del ala, el pelo,
un número increíble.
Otros eran diminutos como moscas y violetas e iban
todo el día de aquí para allá y ésos no nos infundían miedo,
hasta les dejábamos un vasito de miel en el altar.

Marosa di Giorgio

angel


llueve…

Llueve… espera, no duermas.
Estate atento a lo que dice el viento,
y a lo que dice el agua que golpea
con sus dedos menudos en los vidrios.
Todo mi corazón se vuelve oídos
para escuchar a la hechizada hermana
que ha dormido en el cielo,
que ha visto el sol de cerca,
y baja ahora elástica y alegre
de la mano del viento,
igual que una viajera que torna
de un país de maravilla.
Cómo estará de alegre el trigo, amante.
Con qué avidez se esponjará la hierba,
cuántos diamantes colgarán ahora
del ramaje profundo de los pinos.
Espera, no te duermas.
Escuchemos el ritmo de la lluvia.
Apoya entre mis senos
tu frente taciturna.

Juana de Ibarbourou
Uruguay – 1892-1979


me desordeno

Me desordeno, amor, me desordeno
cuando voy en tu boca, demorada;
y casi sin por qué, casi por nada,
te toco con la punta de mi seno.

Te toco con la punta de mi seno
y con mi soledad desamparada;
y acaso sin estar enamorada
me desordeno, amor, me desordeno.

Y mi suerte de fruta respetada
arde en tu mano lúbrica y turbada
como una mala promesa de veneno;

y aunque quiero besarte arrodillada,
cuando voy en tu boca, demorada,
me desordeno, amor, me desordeno.

Carilda Oliver Labra
Matanzas, 1924
.
boca

una súbita vehemencia

Como irrumpen
atropelladas, sin medida,
las razones de un hombre tímido,
se agolpan esas cuatro o cinco notas
primeras, se contraen un instante inmedible,
y luego se remansan, persuasivas
como una declaración de amor,
que se fuera tornando una rara despedida.

En vano intentan
copiar esa tonada los rutinarios músicos.
Ellos repiten las mismas notas
pero entrando en un pausado ritmo regular
que las vuelve banales, diluidas,
sin esos silencios que se retardan,
sin esos cortes bruscos, esos
envalentonamientos adorables,
de viejo mimo que recuerda
la emoción del telón al descorrerse,
como aquel que sale
de un largo silencio, e ilusionado
con la amistad de la nieve tardía
y la primera hoja verde,
se decide, y rompe al fin a hablar,
con una súbita vehemencia.

Fina García Marruz
La Habana – 1923


duro decir te amo

Duro decir: Te amo,
mira cuánto tiempo, distancia y pretensión
he puesto ante el horror de esa palabra,
esa palabra como serpiente
que viene sin hacer ruido, ronda
y se niega una, dos, tres, cuatro, muchas veces,
ahuyentándola como un mal pensamiento,
una debilidad, un desliz,
algo que no podemos permitirnos

Sentir que hay un amor feliz
enjaulado a punta de razones,
condenado a morir de inanición,
Pasar por dias de levantar la mano,
formar el gesto del reencuentro y arrepentirse.
No poder con el miedo, la cobardía,
el temor al sonido de la voz.

Huir como ciervo asustado del propio corazón,
vociferando un nombre en el silencio
y hacer ruido, llenarse de otras voces,
sólo para seguirnos desgarrando
y aumentar el espanto
de haber perdido el cielo para siempre.

Gioconda Belli
Nicaragua – 1948


una vez por semana

Una vez por semana visitaba a la mujer.
Para exaltarse, lo decía conmovido.
Ella lo creía, y lo recibía con pastel de chocolate,
licor de peras y frutas recogidas en la huerta.
Los vecinos comentaban aquellos extraños encuentros,
pero ella lo quería cada vez más.
Él, adivinando su vida fácil,
le pedía disculpas con los ojos, como diciendo,
de qué otro modo debo amarte.
Comía el pastel y rehusaba lo demás.
Aunque la mujer insistiera.
Es por ceremonia, pensaba ella
escondiéndose en su sombra.

Nélida Piñón

Brasil -1937

 
 
 

dónde?

 
Dónde el sueño cumplido
y dónde el loco amor
que todos
o que algunos
siempre
tras la serena máscara
pedimos de rodillas.

Idea Vilariño

Uruguay -1920-2009
 
 

no soy

 
No soy, lo has visto,
la doncella sagrada
y ocupo por lo tanto
de tus buenos oficios
para soltar los cascos de la especie
por mi cuerpo.

Imprímeme en la boca
tus aceites marinos
y en la palabra madre
la palabra deseo.

 
Ana Istaru
Costa Rica 1960
 
 

sucede

 
Sucede a veces,
que uno se enamora de los árboles,
por la sombra que producen,
la fuerza de sus ramas
o la dulzura de sus frutos.
 
Sucede también, a veces,
que el árbol que uno ama
se convierte en hombre,
y uno ama sus ideas,
sus labios,
su corazón,
sus brazos
o el sexo,
(porque los árboles tienen sexo)
 
Y sucede después, a veces,
que el árbol que uno ama
está tan cerca que asombra,
asusta.
Deja de ser un árbol
y parece un sol
que deslumbra los ojos enamorados.
 
Y sucede entonces, a veces,
que uno no sabe
si cerrar los ojos y esconderse,
o contemplar al árbol-hombre-sol
hasta quedarse ciego.
 
Irma Pineda
Nación Zapoteca 1971
 
 

algún día

 

Noche cerrada
ciega en el tiempo
verde como luna
apenas clara entre las luciérnagas.

Sigo la huella de mis pasos,
el doloroso retorno a la sonrisa,
me invento en la cumbre adivinada
entre árboles retorcidos.

Sé que algún día
se alzarán de nuevo
las yemas recién nacidas
de mi rojo corazón,
entonces, quizás,
oirás mi voz enceguecedora
como el canto de las sirenas;

te darás cuenta
de la soledad;
juntarás mi arcilla,
el lodo que te ofrecí,
entonces tal vez sabrás
cómo pesa el amor
endurecido.
 
Gioconda Belli 
Nicaragua – 1948
       
 
 

tu amor

 
El firmamento me convoca. Restriega
su plácida testuz,
su pelusa de argento, su pescuezo
de hielo troquelado
en las lanas calientes
de mi panza de loba.

El universo
restriega su frágil cornamenta
en este globo terráqueo de mi cuerpo.

Tu amor me será hoy
dos veces grato.

 
Ana Istaru
Costa Rica 1960
 
 

 

algún día

Algún día

algún misterioso día húmedo

me volcaré en mí misma para siempre,

y no podrá nadie llamarme

por mi nombre,

porque seré un encierro de paz,

único y eterno.

Algún día húmedo,

con el sello infinito de dos palabras:

no volveré.

Y la vida abierta y dolorosa

bajará rodando por las gradas.

Ana Istaru

Costa Rica – 1960


el que contempla

 
Es un oro imposible de comprender, un acabado
silencio que renace y se incorpora.
Las manos de la noche buscan el aire, el aire
se olvida sobre el mar,
el mar cerrado,
el mar,
solo en la noche, envuelto
en su gran soledad,
el hondo mar agonizando en vano…
El mar oliendo a algas moribundas y al sol,
la arena a musgo, a cielo, el cielo
a estrellas. La alta noche sin voces
deviniendo en sí misma, inagotada y plena,
es la mujer total con los ojos serenos
y el hombre silencioso olvidado en la playa,
el alto, el poderoso, el triste,
el que contempla,
conoce su poder que crea, ordena el mundo,
se vuelve a su conciencia que da fe de las cosas,
y el haz de los sentidos le limita la noche.

Idea Vilariño
Uruguay -1920-2009

 
 

dame

 
Concédeme esos cielos, esos mundos dormidos,
el peso del silencio, ese arco, ese abandono,
enciéndeme las manos,
ahóndame la vida
con la dádiva dulce que te pido.

Dame la luz sombría, apasionada y firme
de esos cielos lejanos, la armonía
de esos mundos sellados,
dame el límite mudo, el detenido
contorno de esas lunas de sombra,
su contenido canto.

Tú, el negado, da todo,
tú, el poderoso, pide,
tú, el silencioso, dame la dádiva dulcísima
de esa miel inmediata y sin sentido.

 
Idea Vilariño
Uruguay -1920-2009
 
 
 

hoy

 
Hoy y a pesar del mundo, estoy completa,
tan intacta que parezco cumbre,
tan inmensa que nadie me llega.
He recorrido durante la noche bastos océanos,
surcado cielos, navegado a través de mi sueño
y de mis mundos todos.
He llegado hasta el mismo silencio
donde todo muere,
donde la nada se convierte
en un vacio insondable
y profundo, donde cabe todo
y al mismo tiempo deja de existir como era,
como lo sabemos, como se supone existe.
Hoy, a pesar del mundo
me siento en mi existencia toda
y te veo, claro como un farol
en la oscuridad del océano.

Patricia Gómez
Santiago de Chile -1960

 

tus brazos

 

Tus brazos
como blancos animales nocturnos
afluyen donde mi alma suavemente golpea.
A mi lado,
como un piano de plata profunda
parpadea tu voz,
sencilla como el mar cuando está solo
y organiza naufragios de peces y de vino
para la próxima estación del agua.
Luego,
mi amor bajo tu voz resbala,
Mi sexo como el mundo
diluvia y tiene pájaros,
Y me estallan al pecho palomas y desnudos.
Y ya dentro de ti
yo no puedo encontrarme,
cayendo en el camino de mi cuerpo,
Con sumergida y tierna
vocación de espesura,
Con derrumbado aliento
y forma última.
Tú me conduces a mi cuerpo,
y llego,
extiendo el vientre
y su humedad vastísima,
donde crecen benignos pesebres y azucenas
y un animal pequeño,
doliente y transitivo.

Eunice Odio
Costa Rica – 1922-1974
 

luz rechazada

 
Ya en desnudez total
extraña ausencia
de procesos y fórmulas y métodos
flor a flor,
ser a ser,
aún con ciencia
y un caer en silencio y sin objeto.

La angustia ha devenido
apenas un sabor,
el dolor ya no cabe,
la tristeza no alcanza.

Una forma durando sin sentido,
un color,
un estar por estar
y una espera insensata.

Ya en desnudez total
sabiduría
definitiva, única y helada.

Luz a luz
ser a ser,
casi en amiba,
forma, sed, duración,
luz rechazada.

 
Idea Vilariño
Uruguay -1920-2009
 
 
 

barro que brilla

 
El mar no es más que un pozo de agua oscura,
los astros sólo son barro que brilla,
el amor, sueño, glándulas, locura,
la noche no es azul, es amarilla.

Los astros sólo son barro que brilla,
el mar no es más que un pozo de agua amarga,
la noche no es azul, es amarilla,
la noche no es profunda, es fría y larga.

El mar no es más que un pozo de agua amarga,
a pesar de los versos de los hombres,
el mar no es más que un pozo de agua oscura.

La noche no es profunda, es fría y larga;
a pesar de los versos de los hombres,
el amor, sueño, glándulas, locura.

Idea Vilariño
Uruguay -1920-2009
 


la noche

 
Estás solo, lo mismo.
Yo no toco tu vida, tu soledad, tu frente,
yo no soy en tu noche más que un lago, una copa,
más que un profundo lago,
en que puedes beber
aun cerrados los ojos, olvidado.
Soy para ti como otra oscuridad,
otra noche, anticipo de la muerte,
lo que llega en el día frío;
el hombre espera, aguarda,
y llega y él se entrega a la noche, a una boca,
y el olvido total lo ciega y lo anonada.

Sin límites la noche,
pura, despierta, sola,
solícita al amor, ángel de todo gesto…

Estás solo, lo mismo.
Ebrio, lúcido, azul, olvidado del alma,
concédete a la hora.

Idea Vilariño
Uruguay -1920-2009
 
 

puertas

 
Un cerrarse de puertas,
a derecha e izquierda;
un cerrarse de puertas silenciosas,
siempre a destiempo,
siempre un poco antes
o un momento demasiado tarde;
hasta que solo queda abierta una,
la única puntual,
la única oscura,
la única sin paisaje y sin mirada.
Josefina Plá
Asunción -1909-1999
 
 

el viento

                        
Recuerdo el viento eterno de otras tardes. 
Tocando castañuelas prodigiosas
le daba larga cuerda a mi niñez.
Yo le pasaba alegre mis cabellos,
mi falda, y él, jugando, se los daba
al perro que ladraba tras de mí.
Correr, reír, morir de golpe sobre
el liso pasto, la colina aquella,
el verdadero mundo a la intemperie,
en donde el sol echaba mil monedas.
Después, de flores sucia todavía,
volver a la casona mansamente.
Mi voz quedó colgada de las ramas.
Mis ojos se vaciaron en garúas.
También perdí mi nombre. Nada! Nadie!
Soy yo sin la niñez de mi alegría.
 
Delfina Acosta
Paraguay – 1956
 
 
 

mirarte

 
Sobre tus hombros inclinar mi rostro.
Un lirio aún vivo que encontré, contarte.
Soy la culpable de tus versos lúgubres
donde una llama ciega y negra arde.
“El pino en las neblinas” es un verso,
y todo cuanto muere o cuanto nace:
la ropa de la flor, la carne blanca
de las orquídeas que al amor se abren.
Mirarte amado, y verme en tu mirada.
Besar tu anillo gris, pero abrazarte
como si el tiempo fuera a despedirse.
Qué es ésto de perderse y encontrarse?
Por un camino de furiosas hojas
llegaron los fantasmas de la tarde.
Tú, mi alma sola, y yo, también, tu alma,
si rondan ya los últimos amantes.
 
Delfina Acosta
Paraguay – 1956
 
 

llegó la hora

 
Tienen las ramas esta madrugada
el bienvenido aliento de las rosas.
Las blancas mariposas de mis manos
nadie las ve, y cómo te devoran!
Donde tú estás, allí, mi amor te llama.
Yo quiero que me escuches. Es ahora
el tiempo del encuentro. No percibes
cómo se buscan, sin saber, las cosas?
Amigo, amante, déjame decirte
y dime tú también. Llegó la hora.
Las lágrimas con luces del rocío,
el soplo de cristal, las altas olas
nos buscan, llameando, desde ayer.
Abren caminos, árboles, auroras.
Amado, nuestros besos, tantos besos
y un beso yo los supe de memoria.
Debajo del rojizo sol de flores
te aguardo siempre dentro de mi sombra.
 
Delfina Acosta
Paraguay – 1956
 
 
 
 

la higuera

 
Porque es áspera y fea,
porque todas sus ramas son grises
yo le tengo piedad a la higuera.
En mi quinta hay cien árboles bellos,
ciruelos redondos,
limoneros rectos
y naranjos de brotes lustrosos.

En las primaveras
todos ellos se cubren de flores
en torno a la higuera.
Y la pobre parece tan triste
con sus gajos torcidos, que nunca
de apretados capullos se viste…

Por eso,
cada vez que yo paso a su lado
digo, procurando
hacer dulce y alegre mi acento:
"Es la higuera el mas bello
de los árboles todos del huerto".

Si ella escucha,
si comprende el idioma en que hablo,
¡Que dulzura tan honda hará nido
en su alma sensible de árbol!
Y tal vez, a la noche,
cuando el viento abanique su copa,
embriagada de gozo le cuente:
"Hoy a mí me dijeron hermosa".

Juana de Ibarbourou
Uruguay – 1892-1979


 


un nudo

 
Mi alma en torno a tu alma se ha hecho
un nudo apretado y sombrío.
Cada vuelta del lazo sobre humano
se hace raíz, para afianzarse hondo,
y es un abrazo inacabable y largo
que ni la muerte romperá. No sientes
cómo me nutro de tu misma sombra?
Mi raíz se ha trenzado a tus raíces
y cuando quieras desatar el nudo,
sentirás que te duele en carne viva
y que en mi herida brota sangre tuya!
Y con tus manos curarás la llaga
y ceñirás más apretado el nudo !
Juana de Ibarbourou
Uruguay – 1892
 


a veces

 
A veces un hombre o una mujer imponen su desesperación
a otra persona, a eso lo llaman
alternativamente desnudar el corazón, o desnudar el alma.
(Lo que significa que para entonces adquirieron una.)
Afuera, la tarde de verano, todo un mundo
arrojado a la luna: grupos de formas plateadas
que podrían ser árboles o edificios, el angosto jardín
donde el gato se esconde para revolcarse en el polvo,
la rosa, la coreopsis y, en la oscuridad, la cúpula dorada del capitolio
transformada en aleación de luz de luna,
forma sin detalle, el mito, el arquetipo, el alma
llena de ese fuego que en realidad es luz de luna,
tomada de otra fuente, y brilla
unos instantes, como brilla la luna: piedra o no,
la luna sigue estando más que viva.
Louise Glück
Nueva York -1943
 

depredador

 
Como un depredador entraste en casa,
rompiste los cristales,
a piedra destruiste los espejos,
pisaste el fuego que yo había encendido.

Y sin embargo, el fuego sigue ardiendo.
Un cristal me refleja dividida.
Por mi ventana rota aún te veo.
(Con tu cota y tu escudo me miras desde lejos).
Y yo, mujer de paz,
amo la guerra en ti, tu voz de espadas,
y conozco de heridas y de muerte,
derrotas y saqueos.

En mi hogar devastado se hizo trizas el día,
pero en mi eterna noche aún arde el fuego.

Pilar Bonnett
Colombia- 1951

 

asi se vive

 
Así se vive cuando tienes un corazón helado.
Como yo: entre sombras, arrastrándose sobre la roca fría,
bajo las copas inmensas de los arces.

El sol apenas me alcanza.
A veces, al comenzar la primavera, lo veo elevarse a lo lejos.
Luego crecen las hojas sobre él, hasta cubrirlo todo.
Siento su brillo entre las hojas, vacilante,
como quien golpea un vaso con una cuchara de metal.

No todos necesitan de la luz en igual medida.
Algunos creamos nuestra propia luz: una hoja plateada
como un sendero que nadie puede recorrer, un lago de plata
poco profundo bajo la oscuridad de los arces.

Pero esto ya lo sabes. Tú y aquellos que piensan
que viven por la verdad, y en consecuencia,
aman todo lo que es frío.

Louise Glück
Nueva York -1943
 
 

al lado tuyo

 
Al lado tuyo, pero no de tu mano:
así te miro andar por el jardín de verano:
las cosas que no pueden moverse aprenden a mirar.
No necesito perseguirte a través del jardín;
en cualquier parte los humanos dejan
señal de lo que sienten,
flores esparcidas en el polvo del camino,
todas blancas y doradas, algunas
levemente alzadas por el viento de la tarde.
 
No necesito seguirte adonde estás ahora,
hundido en la ponzoña de este campo,
para saber la causa de tu huida,
de tu humana pasión, de tu rabia:
por qué otra cosa dejarías caer todo aquello
que has acumulado?

Louise Glück
Nueva York -1943

 
 

estás en mi

 
 
Estás en mí. Desde mis ojos miras
estas suaves colinas en que flota la niebla.
Ausencia. Soledad. Cae la tarde.
Desnudo vaso tuyo: va tu sangre en mis venas.
Cruza el río el paisaje como un adiós,
cansada voz eterna.
Como un río en mi sangre va tu sangre.
Juntos volvemos por la noche inmensa.
 
Eliana Navarro
Chile – 1920 -2006
 
 

otra vez

 
Otra vez ha llegado el arrogante amor sin anuncio
y se ha instalado aquí
donde tu nombre comienza a ser un árbol
que me da sombra con sus siete letras
sin permiso sin prisa -con un rostro tan nuevo
que no conocí sus ojos antiquísimos
sus garras de milano
su paciencia-
ha dado órdenes para que el sol alumbre
y ha clavado su espuela
aquí donde tus ojos me pierden y me ganan
aquí donde tu voz
donde tu mano
lustra la piel de este animal que tiembla
hirsuto y tan hermoso
que ahora es guerrero el sueño al que despierto
mientras la muerte huye
de nuevo estoy a salvo
 
Pilar Bonnett
Colombia- 1951
 

busco

 
Busco tu corazón.
Hacia ti vuelvo.
Dame mi soledad,
mi viento estremecido,
mi universo.
Desnuda de toda ansia,
de toda vanidad,
a ti me entrego.
Ya no cantan mis ríos;
desfallecen.
Ya no claman mis bosques.
Es la muerte?
Nada respondes.
Subes, inacabable, eterno.
Nada respondes, río de sangre y sombra,
pero clavado allí, yo te presiento.
 
Eliana Navarro
Chile – 1920 -2006
 
 

inexorable

 
he dejado la puerta entreabierta
soy un animal que no se resigna a morir
la eternidad es la oscura bisagra que cede
un pequeño ruido en la noche de la carne
soy la isla que avanza sostenida por la muerte
o una ciudad ferozmente cercada por la vida
o tal vez no soy nada
sólo el insomnio y la brillante indiferencia de los astros
desierto destino
inexorable el sol de los vivos se levanta
reconozco esa puerta
no hay otra
hielo primaveral
y una espina de sangre
en el ojo de la rosa.
 
Blanca Varela 
Perú – 1926-2009
 
 

la palabra

 
La palabra,
-esa hechicera-
me devuelve la forma de tu pecho,
la humedad de tu axila, la sedosa
caricia de tu vello.
La palabra se hace agua, se hace lágrima,
se hace calor, saliva, piel y beso.
La palabra,
loca fabuladora del deseo.
Te exorcisa y a mí vienes volando
con las manos vacías.
Con tu apenas sonrisa
galopas sobre el tiempo.
La palabra,
la dulce mentirosa,
tiende su trampa y yo te recupero.
Tinta.
Letras de tinta.
De tinta la mentira.
Palabras, letras, tinta.
Y tú tan lejos. 
Pilar Bonnett
Colombia- 1951
 


solo tu boca

 
Tu boca viene a mí, solo tu boca.
Viene volando,
libélula de sangre, llamarada
que enciende ésta mi noche de ceniza.
Toda la sal del mar habita en ella,
todo el rumor del mar,
toda la espuma.
Boca para los besos dibujada,
donde duerme tu lengua tentadora.
Todo el vino del mundo está en tu boca,
todo el pecado
y la inocencia toda.
Boca que calla y cuando dice, oculta.
Capaz de toda la verdad tu boca,
de toda la verdad y la mentira.
Ríe tu boca y se despierta el día.
(Relámpagos de nieve hay en tu risa).
Como un tropel de potros me atropellan
los besos de tu boca deliciosa;
tu boca, mariposa equivocada,
tu boca ajena que se desdibuja
en mi noche de círculo y ceniza.
Pilar Bonnett
Colombia- 1951


nunca

 
Nunca fue tan hermosa la mentira
como en tu boca, en medio
de pequeñas verdades banales
que eran todo
tu mundo que yo amaba,
mentira desprendida
sin afanes, cayendo
como lluvia
sobre la oscura tierra desolada.
Nunca tan dulce fue la mentirosa
palabra enamorada apenas dicha,
ni tan altos los sueños
ni tan fiero
el fuego esplendoroso que sembrara.
Nunca, tampoco,
tanto dolor se amotinó de golpe,
ni tan herida estuvo la esperanza.
 
Pilar Bonnett
Colombia- 1951
 


no me culpes

 
No me culpes.
Por rondar tu casa como una pantera
y husmear en la tierra tus pisadas.
Por traspasar tus muros,
por abrir agujeros para verte soñar.
Por preparar mis filtros vestida de hechichera,
por recordar tus ojos de hielo mientras guardo
entre mis ropas un punzón de acero.
Por abrir trampas
y clavar cuchillos en todos tus caminos.
Por salir en la noche a la montaña
para gritar tu nombre
y por manchar con él los blancos paredones
de las iglesias y los hospitales.
Hay en mí una paloma
que entristece la noche con su arrullo.
Mi noche de blasfemias y de lágrimas.
 

Pilar Bonnett
Colombia- 1951
 


sucede

 
Sucede que mi carne se deshoja
porque ella es desde antes mi enemiga.
Morir o envejecer. La tarde quieta,
la noche tan callada en mis mejillas,
me ocurren. Y me ocurre la penumbra
del corazón. De niña no sabía…
Me hablaban de muñecas de cristal,
de la importancia de las blancas cintas
en el cabello verde, o me llevaban
al cine. Me contaban las mentiras
que a ellas les dijeron, y yo, buena
y sana fui instalada en una esquina
del tiempo hasta que ahora, a la hora
de aquel reloj que marca el mediodía,
me digo, finalmente, que en mi rostro
el sol se puso ya. Cuán largo día…
 
Delfina Acosta
Paraguay – 1956
 


mi reino

 
Mi reino es de los astros misteriosos,
del fuego que susurra en el ocaso.
Se me figura milagrosa tela
el cielo con su azul iluminado.
Conmigo no es el hombre sino el ángel.
Su sombra se hace mies en mi costado.
Él busca de mi luz el santo norte
como la brisa cuando es mi rebaño.
Mi reino es de las olas de la mar
que nunca al pensamiento dan descanso,
de las estrellas fijas en los ojos
pues son criaturas de un querer muy manso.
Si llueve es porque lluevo lentamente
y si amanece es porque ya me aclaro.
Cuando anochece y no aparece el cielo
el viento de mi reino está callado.
 
Delfina Acosta
Paraguay – 1956
 

el tocar

 

La cabellera quema el filo
entre la piel y el cielo
con sus llamas:
las encinas no alumbran su follaje
en las florestas lejanas,
los leopardos no encantan
entre verdes cortinas,
las piedras no recuerdan historias
en milenarias intimidades,
el sol no estalla espigas
en una tierra azul.
 

En la mano desnuda
es donde todo sucede.

Orfila Bardesio
Montevideo – 1922
 
 

la que pasea

 

El aire la recibe cuando anda,
el cielo la posee, los árboles la besan,
la ama el mar.
Sus pies no pertenecen a su cuerpo,
sino al camino.
Sus piernas le obedecen
como columnas a la música.
Sus pasos desprendidos del tobillo
no caen en el silencio
como sonidos huérfanos.
Cada uno es guardado en la tierra
como campanas en la memoria.
No se aleja, se acerca.
Alejarse es volver a besar
en el aire que espera?.
Como las olas condenadas
a gastar un lugar
el movimiento no la deja partir.

Orfila Bardesio
Montevideo – 1922
 

sueño, niebla

Palomas de repente en mis mejillas.
Un sacudir de alas si regresas,
amante, a mi presencia y me perdonas
y arrancas de mi amor la sola queja.
Me juras por tus muertos, yo te juro
por Dios que a los demonios atormenta.
Y en brasas se convierten las palabras.
En pájaros sangrientos que pelean
por las migajas de las hostias últimas.
Ámame hombre en esta noche negra.
Mi historia es ésta: un lecho solitario,
un despertarme atada siempre a hiedras
y una almohada llena de tu rostro.
Mi vida toda es sólo sueño, niebla.
Mas llegas y mi voz ya no es cautiva.
Y aquella que te amó, se me asemeja.
Delfina Acosta
Paraguay – 1956
 

sólo cuando me amas

 
Sólo cuando me amas
se me cae esta máscara pulida
y mi sonrisa es mía
y la luna la luna
y estos mismos árboles
de ahora
este cielo
esta luz
presencias que se abren
hasta el vértigo
y acaban de nacer
y son eternos
y tus ojos también
nacen con ellos
tu mirada
tus labios que al nombrarme
me descubren.
Sólo cuando te amo
sé que no acabo en mí
que es tránsito la vida
y que la muerte es tránsito
y el tiempo un carbúnculo encendido
sin ayeres gastados
sin futuro.
Claribel  Alegria
Nicaragua, 1924


ven

 
Ven amado.
Te probaré con alegría.
Tú soñarás conmigo esta noche.
Tu cuerpo acabará
donde comience para mí
la hora de tu fertilidad y tu agonía;
y porque somos llenos de congoja
mi amor por ti ha nacido con tu pecho,
es que te amo en principio por tu boca.
Ven
Comeremos en el sitio de mi alma.
Antes que yo se te abrirá mi cuerpo
como mar despeñado y lleno
hasta el crepúsculo de peces.
Porque tú eres bello,
hermano mío,
eterno mío dulcísimo.
Tu cintura en que el día parpadea
llenando con su olor todas las cosas,
Tu decisión de amar, de súbito,
desembocando inesperado a mi alma,
Tu sexo matinal
en que descansa el borde del mundo
y se dilata.
Ven
Te probaré con alegría.
Manojo de lámparas será a mis pies tu voz.
Hablaremos de tu cuerpo
con alegría purísima,
como niños desvelados a cuyo salto
fué descubierto apenas, otro niño,
y desnudado su incipiente arribo,
y conocido en su futura edad, total, sin diámetro,
en su corriente genital más próxima,
sin cauce, en apretada soledad.

Ven
Te probaré con alegría.
Tú soñarás conmigo esta noche,
y anudarán aromas caídos nuestras bocas.
Te poblaré de alondras y semanas
eternamente oscuras y desnudas.

 
Eunice Odio
Costa Rica – 1919-1974
 
 

para tu boca

 
Hay besos que pronuncian por sí solos
la sentencia de amor condenatoria,
hay besos que se dan con la mirada
hay besos que se dan con la memoria.

Hay besos que calcinan y que hieren,
hay besos que arrebatan los sentidos,
hay besos misteriosos que han dejado
a mis sueños errantes y perdidos.

 
Te acuerdas del primero…? Indefinible;
cubrió tu faz de cárdenos sonrojos
y en los espasmos de emoción terrible,
llenaron sé de lágrimas tus ojos.

Te acuerdas que una tarde en loco exceso
te vi celoso imaginando agravios,
te suspendí en mis brazos… vibró un beso,
y qué viste después…? Sangre en mis labios.

Yo te enseñe a besar: los besos fríos
son de impasible corazón de roca,
yo te enseñé a besar con besos míos
inventados por mí, para tu boca.

 
Gabriela Mistral
Chile -1889-1957
 

algo que crece

 
Yo he llegado hasta vos
vestida de lluvia y de recuerdo,
riendo la risa inmutable de los años.
Yo soy el inexplorado camino,
la claridad que rompe la tiniebla.
Yo pongo estrellas
entre tu piel y la mía
y te recorro entero,
sendero tras sendero,
descalzando mi amor,
desnudando mi miedo.
Yo soy un nombre
que canta y te enamora
desde el otro lado de la luna,
soy la prolongación
de tu sonrisa y tu cuerpo.
Yo soy algo que crece,
algo que ríe y llora.
Yo,
la que te quiere.
 
Gioconda Belli
Nicaragua – 1948

 

 
 
 

y está triste

 
Y está triste
como una silla abandonada
en la mitad del patio azul
Los pájaros la rodean
Cae una aguja
Las hojas resbalan
sin tocarla
Y está triste
en mitad del patio
con la mirada baja
los pechos alicaídos
dos palomas tardas
Y un collar
sin perro
en la mano
Como una silla vacía.

Cristina Peri Rossi
Montevideo, 1941

 

fuerza de agua

 
Oculta fuerza de agua soterrada,
nos sorprendió el amor tan de repente,
que al mirarse a los ojos hondamente
se desbordó el amor en la mirada.
Y brotó aquella fuente enamorada,
con fuerza tan vital y jubilosa,
que fue en verdad y amor la más gozosa
en que jamás me viera arrebatada.
Fue aquel amor, pasión tan verdadera,
era tierna o sensual, dulce o ardiente?
ya nunca más sabremos cómo era!
Que tus labios juraron en los míos:
vivirá nuestro amor eternamente,
y nuestro amor pasó como los ríos.
Dora Castellanos
Bogotá  1924